El rostro vacio


  Debo admitir que no he sido una persona de mucho éxito.  He pasado la mayoría del tiempo pensando que debo hacer con mi vida en vez de hacer algo con la misma. La realidad es que he pasado varios años estancado. Trabajaba con mi padre y mi hermano mayor en construcción. Aunque hubo muchas enseñanzas y momentos inolvidables, la realidad es que me rompía la vida cada día. Recibiendo insultos ocasionales y una paga no muy buena que durante un tiempo estuvo bien. Era una rutina que me mantenía a salvo sin pensar en el futuro y sobre todo alejado. Lejos de mis amigos y compañeros de estudio; quienes eran historias de éxito. Con buenos trabajos, conocían que rumbo tomar y en el caso de los varones, dinero sin poder dejar atrás una compañera o novia. No digo que no tuvieran sus problemas o vidas perfectas. Pero tenían un mejor sentido de dirección en ese momento que yo. 

        Empecé en la universidad del Sagrado Corazón pero salí de esta por varias razones. Primero mientras caminaba por la universidad, mi mente seguía en el colegio de donde salí. Para mí todo había pasado muy rápido sin darme la oportunidad de acostumbrarme. Tampoco tenía a mi pequeño círculo de amigos para que me ayudaran a pasar el proceso. En fin por primera vez en mi vida, estaba completamente solo.  Rodeado de gente desconocida y lleno de complejos. Para colmo sin amigos, poco dinero y destinado a pasarme todo el día en la biblioteca; viendo a la gente caminar de un lado a otro en completa soledad. 

         Era melancólico era nostálgico, pero sobre todo demasiado triste. La soledad es algo a lo que estoy acostumbrado y mi timidez, confundida con pesadez es también un detalle con el que he tenido que trabajar mucho tiempo.  Aquello no obstante se volvió insoportable y un día cuando el despertador sonó a las 5:30 a.m, yo lo agarre estrayandolo luego contra la pared. Después me aleje de todo el mundo quien parecía estar mejor que yo y no hacían más que acordarme que yo iba camino al fracaso…

        Poco tiempo después empecé a tomar un curso de emergencias médicas. Pero fueron más las malas experiencias que las buenas y termine de nuevo sin rumbo.  Es entonces una historia curiosa como entre a Kendo. Siempre me he preguntado ¿fui yo quien encontró al Kendo o si este me encontró a mi? Prefiero pensar que nos encontramos a la vez y que no fue casualidad. Es para mí imposible que sucesos que ocurren a la larga y ordenadamente, como si fueran una secuencia sean casualidad. 

         Asique una noche mientras conducía sin rumbo por los alrededores del vecindario, pase por el conocido dojo de Aikido, mirando con naturalidad y rápido asombro, un gran anuncio que yo no había visto antes. Di la vuelta en mi Isuzu Tropper, estacionándome frente al dojo. El anuncio decía Kendo en letras color negro, tenía dos kendokas peleando en el fondo pero uno de frente, como mirando a quien se acercara. A través del casco no se asomaba ningún rostro. Podía ser cualquiera. Podía ser yo…

         Por alguna razón sabia que este no era otro arte marcial mas. Por alguna razón sabia…¿sabía qué?...con una mezcla de curiosidad y falta de actividad, llame esa misma noche. Algunos días después vendí una guitarra eléctrica que tenia para pagar la matrícula y el primer mes de cuota.

        A lo mejor empecé en Kendo por desesperación, por no tener nada más que hacer o como un simple escape. Aparte me encantaba la idea de los samurái. Nunca me imaginaria que lo que empezó como un simple acto de curiosidad, empezaría a ser mi búsqueda para encontrarme a mi mismo…

Comentarios