Es una curiosidad esto de ser llamado “Sensei”. Para muchos debe ser el máximo honor alcanzado. Motivo de ínfulas de superioridad, de tocarse la cinta (de tratarse de un arte marcial que las use) una y otra vez. De exclamar a viva voz el ser humilde, pero no practicar ni conocer tal expresión. El miedo a los retos que puedan revelar qué tan débil es en realidad. El esconderse detrás del término y lanzar insultos o comentarios despectivos de determinada persona o practicante marcial.
Ser Sensei es a veces sinónimo de bochinches, constantes pruebas de habilidad y la idea de no poder fallar, porque se deja de ser humano y se entra a un exclusivo club de los que se disfrazan varias veces en semana, a desarrollar el “alter ego” como si fueran super héroes de la liga de la justicia.
Para otros, me atrevo a decir los menos, ser Sensei es una gran responsabilidad. Ya no tan solo se practica para el crecimiento personal, sino también para enseñarle a los demás. Personas dependen y confían de lo que se enseña y con esto llegan interesantes dificultades al ser visto como líder de un dojo. Yo creo que un Sensei nunca se imaginó que llegaría a enseñar. Mucho menos le gusta ser llamado de esa manera, porque siente que le falta mucho por aprender. Pero, es mejor entender bien lo que significa la palabra “Sensei” y como unos cuantos acá en occidente han cambiado el significado del término para creerse el último oasis del conocimiento.
“Sensei” es un término honorífico japonés usado mayormente en las artes marciales o diferente áreas religiosas. Pero también se usa en Japón dentro de ambientes laborales. Su literal significado es “aquel que nació antes” he implica, aquel con sabiduría a partir de la experiencia, práctica y años. En uso general es utilizado después del nombre de una persona con el significado de “maestro”, para individuos de autoridad en determinados campos profesionales y para mostrar respeto a aquellos que han desarrollado un nivel de maestría en una forma de arte u otra habilidad.
Ejemplo de esto pueden ser novelistas, artistas, músicos, doctores, abogados etc. En este lado del mundo, no es usado bajo esa extensa terminología. Es usado entonces (me atrevo a decir exclusivamente) en el campo de las artes marciales japonesas y actividades religiosas de origen también japonés.
En la definición se escucha bastante claro. En la práctica sin embargo, es donde a veces cambian las cosas. Por ejemplo se tiene la percepción en los estilos de karate principalmente, que un “shodan” con su cinta negra recién puesta, debe ser llamado sensei. Y eso hace todo el mundo. Estoy seguro que es por respeto y porque uno no va a andar haciendo la diferencia con cada persona. Además, si nos dejamos llevar por el término primario, no necesariamente se le está llamando “maestro” si no se refiere a la definición más antigua “aquel que nació antes”. En mi corto viaje a través del mundo del Karate, he visto muy buenos practicantes. Karate tradicional que se define como un verdadero arte y forma de expresión. Y también he visto a los que saben, pero no saben. Quizás le falte un poco más. No deberia existir ningun problema con eso, si no fuera por el pecho inflado, el ego que sobresale como un aura ancestral, el comportamiento de tener problemas o causar dramas innecesarios en los que a veces se llevan a sus estudiantes enredados en la telaraña. Se les olvida lo más importante de su responsabilidad, enseñar.
Pocos estudiantes, con el tiempo, reconocen estas conductas erróneas. Ven que el enfoque de la práctica se ha perdido completamente y ya el dojo no es un lugar de enseñanza, si no un lugar donde se traen los problemas y situaciones del exterior. Problemas que en su mayoría no le conciernen ni le interesan al estudiante; quien a veces se sacrifica para llegar al dojo, huyendo de eso mismo...los problemas. Y busca consolación y renovar su espíritu a través de la práctica y el ambiente distinto que debe ofrecer un dojo. ¿Que le paso al encargado de impartir el conocimiento? ¿Acaso se perdió en algún lugar? El maestro sigue enseñando a mi entender, pero de una manera diferente. Ahora está mostrando lo que no se desea aprender y la decisión que se debe tomar. Quedarse en esta sombra o buscar algo más.
Desde hace un tiempo no muy largo, a mi se me llama Sensei. He tratado de huirle al termino, pero ya llega un punto donde al parecer es imposible. El ser llamado Sensei dentro de Kendo trae problemas, especialmente por algunos a quienes les he dado respeto, pero no le ofrecen lo mismo a uno por las razon mas comun de todas, bochinches. A mi no me gusta hablar mucho, soy timido de por si entre las personas y la confrontación con alguien me saca de tiempo. Las evito y le doy demasiadas vueltas al asunto. Por razones como esa nunca me imagine estar de instructor en ningún lado. Especialmente porque reconozco que me falta demasiado por aprender. Ahora soy llamado Sensei, no porque yo quiera. Si no por las circunstancias.
En Kendo es un reglamento silencioso pero conocido por todos; que aquel reconocido como Sensei debe tener el rango de cuarto Dan en adelante. Eso es donde existe el sistema apropiado de examinaciones y toda una estructura regida por instructores de alto rango y años de experiencia. Donde si alguno fallece, el Kendo y el sistema realizado continúa sin problema alguno. Donde los integrantes sobrepasan los miles y se realizan torneos, seminarios y otras actividades relacionadas. En un sistema como ese, un Segundo Dan es sencillamente eso, otro mas del monton. porque existen muchos Segundos Dan alrededor, incluso más jóvenes. También más viejos. Si, practicantes de la espada, que aun teniendo los recursos para examinarse apropiadamente, no lo hacen y se dedican a la práctica continua de la espada, en completa humildad y silencio sin importarles el rango o el certificado en lo absoluto.
No obstante en un sistema pequeño como el de esta isla, de pocos kendokas y que en vez de unirse, practicar juntos, desarrollarse para el bien de todos, se mantienen distanciados por bochinches zánganos, el proceso de examinación u obtención de rangos se tambalea. O los de afuera vienen acá o se hace el sacrificio, se gasta dinero y se va allá. El problema no es tanto el rango. La diferencia surge cuando se decide formar un grupo con los mismos ideales de tener un lugar donde practicar el arte que nos apasiona. Y tenemos algo de experiencia, pero no ostentamos el rango necesario para ser llamados oficialmente Sensei. Sin embargo he aquí el suceso extraño; el que entra por la puerta y confía en nosotros, nos llama de esa forma. Un peligroso término, que nos puede hacer olvidar lo mucho que falta por aprender en este camino para toda la vida y a causa del aislamiento, si no se mantiene bajo raya el ego, puede empezar a creerse ser demasiado y sufrir el mismo mal que uno tanto critica; y que a su vez sólo corrompe un poco más el arte.
Algunos toman el rol de Sensei por la circunstancia y la necesidad. Se ven obligados a aceptar este reto, porque lo más importante es la práctica, pero a su vez conservar el arte y pasarlo a las próximas generaciones. Que el arte y todo lo que ha hecho por nosotros y como ha cambiado nuestras vidas; no se quede con nosotros como si fuera un secreto de estado. El arte debe ser compartido, para todo aquel con deseos de abordar esta aventura junto a nosotros.
El dinero es lo de menos y si pudiéramos no cobramos nada. Ayudamos en lo que podemos y demostramos siempre lo más importante y nuestro mayor interés; que el estudiante asista a las clases. Y si el estudiante asiste, el dojo puede mantenerse. Porque el dojo, la escuela, el lugar de iluminación y práctica es hecho por los estudiantes. Por el mutuo intercambio de ideas, destreza, ardua práctica y conocimiento.
Es difícil escuchar a un niño decirle a uno Sensei. Estoy seguro que para algunos es lo más natural del mundo. Pero en mi caso, me estremece todavía. Es el símbolo de una responsabilidad, de llevar a este niño por un buen camino y tratar de enseñarle lo que el Kendo y su disciplina ha hecho por mi. Siempre surge la pregunta o la preocupación; ¿como puedo enseñar adecuadamente si a mi todavia me falta todo un mundo por recorrer? ¿Que tengo para ofrecerle a estos que me rodean y me miran con respeto y confianza? Es un constante proceso de aprendizaje, de crecimiento y de mantener los pies en la tierra. Mantener la humildad.
Ser Sensei no es facil. El solo hecho de ser llamado de esta forma trae problemas. Formas parte de un exclusivo club, donde muchos se llenan de títulos parecidos a un circo romano, y no les gusta compartir los títulos que se inventan y el papel aguanta. Pero aunque mis primeros pasos en este camino han sido escabrosos; siempre existe algo indescriptible por mi, pero a su vez conocido. Algo que no me deja solo y pone excelentes ejemplos a seguir en mi camino. Así, tengo a maestros de experiencia y sabiduría que me guían por el camino, en la mayoría del tiempo sin saberlo. Me enseñan con sus actitudes, decisiones, orientación y devoción hacia la práctica y el arduo trabajo del aprendizaje propio. El cual nunca se acaba.
A veces cuando ando cansado del drama que a veces aparece y de desear cambiar tantas cosas pero no saber por donde empezar; observo una clase de Kendo en el dojo a la distancia, y me da con realizarme preguntas existenciales, entre todas, me pregunto ¿porque hago esto? Porque no simplemente olvidarme de todo y preocuparme únicamente por mi crecimiento como kendoka. Dedicarme a viajar a seminarios sin compartir el conocimiento adquirido, criticar a todos aquellos que se esfuerzan (aunque sea con métodos y visiones equivocadas) y repartir palos cuando tenga la oportunidad para dejarles ver que errados están en su manera de manejar el shinai.
Por alguna razón desconocida termino siempre en la posición o la responsabilidad de dirigir. He tratado de huirle al asunto, pero por mas que trate regreso al punto donde se me da responsabilidad. Creo que el Kendo en esta isla puede crecer, ser diferente, mostrar la existencia de personas a las cuales le gusta, lejos del chisme, las estupideces y la pérdida de tiempo. Gente que lo único que quiere es practicar de verdad y olvidarse de todo lo demás. Usar el Kendo como una herramienta para despejar la mente, divertirse, hacer ejercicio o cualquier otra razón personal.
Y absorto en mis pensamientos, el fuerte grito de un niño me saca de ese ensimismamiento. En el dojo un niño, shinai en mano, va a toda velocidad de un lado al otro del dojo. Para luego girarse y repetir el ejercicio con una amplia sonrisa. A ese niño no le importa los bochinches o las complicaciones de alrededor. El solo quiere practicar. El solo quiere divertirse y aprender.
Esa sonrisa de ese niño es todo lo que necesito para recordarme porque hago esto. Y asi agarro mi shinai y continuó con la práctica de ese dia...
Excelente explicación, creo que más claro no lo podías definir, entiendo que hay que s huir unas disciplinas en el arte del Kendo, pero como mencionas el que te llenen sensei es una gran responsabilidad, pero las personas a quién enseñas te ven como mentor y les das un rato de poder despejar su mente de las situaciones externas. Tu humildad te va hacer llegar muy lejos, nunca cambies.
ResponderEliminarGracias por tus palabras amiga. Y gracias por leer.
EliminarAunque no he vuelto al dojo, para mí sigues siendo excelente mentor, adelante y éxito.
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