A veces existen momentos en la vida, en donde sabemos que nuestro tiempo se agota. No el tiempo de la existencia en cuestión, pues ese empezó a agotarse desde el vientre de nuestras madres. Después de nuestra muerte empieza el viaje a lo desconocido. Es la fe la que me lleva a pensar sobre la existencia de un Dios quien se revela de diferentes maneras a nosotros los hombres. Es esa misma fe la que me hace creer en la existencia de dos destinos finales y a la vez eternos para el hombre. Sin embargo a pesar de lo interesante del tema (donde es probable que unos cuantos me acusen de fanático, ignorante y lo demás que se les ocurra), no me refiero a ese tipo de tiempo, aunque es probable que resulte ser el más importante.
En ocasiones o etapas de la vida, nos encontramos entre la espada y la pared. Para todo existe un tiempo. Desde el tiempo para tomar un examen, hasta el tiempo para pagar una deuda atrasada. Existe un tiempo que esperamos con ansias y otro que deseamos no llegue. Existe como dije un tiempo para todo; incluyendo el tiempo de pensar como adultos.
El tiempo donde unos maduran antes que otros. Donde debemos tomar decisiones en nuestra vida y por alguna razón (y por las señales de nuestro alrededor también) sentimos que se nos acaba el tiempo. Quizás las personas que amamos no confían en nosotros. Posiblemente por lo difícil de la situación o a causa de nuestras pasadas promesas incumplidas.
Según nuestro alrededor cambia y la estabilidad se ve amenazada, sentimos o percibimos la llegada de tiempos difíciles. Puede ocurrir que algunas personas nos acusen de paranoicos por nuestra preocupación. Es en estos momentos donde el motivo de nuestra felicidad, el amor mismo, la familia, la estabilidad económica, emocional, en fin todo lo que nos compone puede cambiar o peor aun desaparecer.
Es en este tiempo donde debemos ver el futuro y no el presente. No debemos pensar en lo que ahora tengo o lo que puedo comprar ahora. Si no en lo que puedo perder, lo que puedo guardar, lo que no es importante representando un capricho personal y a su vez puedo adquirir después. Aunque es difícil y siempre nos dejamos consumir por lo material, se puede llegar a esa visión de lo que hace falta y lo que no.
Debemos mantener la calma y aplicar el refrán que dice: “Lo que se ve mal desde el lunes no esperes al miércoles para cambiarlo”. Ajustarnos al tiempo difícil que se aproxima y si es necesario, prepararnos para movernos a un lugar mejor. No debemos ser conformistas y tenerle miedo a los cambios. De los errores se aprende y se adquiere experiencia.
A pesar de la crisis es bueno recordar que todo pasa por una razón. O por lo menos esa es la idea. No perder la fe y la esperanza es una obligación en estos tiempos. Una actitud positiva y realista nos llevara a superar las situaciones, manteniéndonos en actitud de lucha. Yo recomiendo una conexión espiritual con el Creador. El nos dará fuerzas, paz y mediante la oración siempre nos sentiremos fortalecidos. Asique en resumen, si el horizonte dice que se aproxima una tormenta, prepárese no espere a que llegue. Mantenga siempre una buena actitud positiva y llena de esperanza. Lo más importante sería decirle que no se dé por vencido.
Porque no siempre una carrera la gana el más rápido o el más fuerte; si no aquel que cree poder hacerlo. Que Dios quede con ustedes.
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