Olas calmadas







  Después de todo el cielo ha cambiado. El agua ha conseguido su curso y las amenazas del pasado ya no están presentes.  En los rostros de viejos enemigos se vislumbra felicidad, ya ni le pasan por la mente nuestras fronteras. O por lo menos eso piensan muchos. Se toman el tiempo para disfrutar la paz y los cambios de rumbo. Abandonando la desdichada frontera llena de sangre, compañeros caídos y traiciones. Nadie desea observarla y con el paso del tiempo, se vuelve un lugar inhóspito al cual nadie aspira regresar.  

   En la paz encontramos nuevos comienzos, donde antes se pensaba sería imposible hallar algo así nuevamente. Se enlistan nuevos combatientes, hermanos de la vía del sable. Sin experiencia alguna, aspiran a llevar la vestimenta samurái, luchar contra quien sea y crecer dentro del arte. No saben nada de las intrigas del pasado y solo han escuchado las historias de esas viejas guerras que parecen ya tan distantes para  muchos. Son viejos demonios, una época de inestabilidad en la cual no debe pensarse.

   Son pocos los veteranos que quedan de aquella rebelión contra el sistema establecido. Todos tienen sus marcas de una forma u otra. Pero como veteranos de una guerra, sellamos pactos de sangre al estar en aquellas trincheras, en esos espacios limitados, cuerpo con cuerpo, hombro con hombro y espalda con espalda. Velando por la supervivencia del otro, espadas en mano; no pensándose en la muerte, aunque sabíamos sobre el peligro de esta. Éramos pocos desde el principio y nadie creía que pudiéramos alcanzar algo con esta rebelión.

   Los pocos guerreros que han visto demasiado no duermen en las noches, cualquier paso los asusta y andan con sus espadas a todas partes. Andan ebrios a donde sea y la mayoría del tiempo, para olvidarse de aquellas cosas que los persiguen. No significa esto que no sean peligrosos.   Son seguidores de viejas costumbres y rutinas, minuciosos en cada cosa que llevan a cabo y escuchan cada palabra esperando un engaño. No les gusta hablar de sus victorias, porque nadie gana en situaciones como estas. Solo se encuentra un balance extraño, el cual depende de la circunstancia para saber si será duradero. Pero estamos demasiado mal acostumbrados o ya hemos perdido la esperanza en las cosas, para saber que no.

    A los nuevos integrantes de esta tierra, poco les importa el pasado. No entienden a esos escasos excéntricos quienes los hacen entrenar en formas todavía no comprendidas. Solo los llevan a través del camino basándose en la experiencia, pero no le dicen hacia donde los llevan. Y ¿Qué pueden decirles? Cada uno encontrara un camino diferente y se encontrara  a su vez con una realidad distinta. Con sus propios demonios. La realidad de lo que les espera es individual para cada cual. Los preparamos lo mejor posible, pero todos sabemos sobre la existencia de un factor desconocido, el cual solo es posible alcanzarse a través de la experiencia.

    En nuestras filas existe uno de esos veteranos a los cuales no mucha gente toma en serio. Sus historias contadas de manera exagerada y vivida, acompañadas siempre de una ebriedad para ahogar las penas, son escuchadas llena de risa y burlas. Pero se debe a que el mismo las cuenta de esta forma. Para no llorar quizás. Se burla de sí mismo y a su vez de los demás. Ha visto demasiadas guerras, ha confiado demasiado y perdido en un abrir y cerrar de ojos, todo lo que una vez conocía.

    Ha visto más que todos los guerreros más antiguos y en la  reciente rebelión, dirigió las misiones encubiertas mas arriesgadas, casi suicidas. Cortos de hombres y de la experiencia, siempre se quedaba la sensación de que sería esa la última vez que lo veria. De su clan de Ninjas no quedan muchos. Es mejor decir que es un grupo extinto. Y como él es el conocedor de los secretos de ese estilo, no es muy abierto a compartirlos, porque pocos de esta generación se atreven a asumir los riegos y el gran sacrificio que conllevan.

    Más tarde o más temprano, este viejo amigo siempre regresaba de sus misiones. Y siempre traía algo consigo. Podría ser una cabeza de alguien, alguna espada o arma extraña para su colección o datos importantes para la guerra. No duraba mucho junto a nosotros en nuestro improvisado consejo de guerra. Porque así como llego de una misión, así solicitaba regresar de nuevo y servir. No existía descanso para nadie, mucho menos para él, porque no había quien lo revelase y tampoco quien tuviera el valor suficiente para hacerlo.

    El vive en una montaña donde otros guerreros allá llevan un conflicto revolucionario en contra de un sistema de gobierno entre clanes. Allí en aquella montaña se encuentra con sus demonios y cuando aparece se mantiene en la soledad y apesadumbrado por los viejos tiempos que nunca salen de su boca. El no se cansa de recordarme que debo prepararme. Y ya nadie le hace caso, pero yo nunca dejo de escucharlo.

     En la frontera divisoria donde tanta sangre hubo, no sucede nada. Del otro lado no viene ningún tipo de mensaje, mucho menos algún ataque. Es como si se hubieran olvidado de nosotros. No existe acuerdo diplomático y tampoco un acuerdo de paz como tal. El hecho es simple; tú no te cruzas conmigo y yo tampoco me cruzo contigo. Los conflictos dispersos se notifican de vez en cuando, pero nada que ocasione una incursión de alguna parte.

    Y porque en la frontera no se ve nada, solo informes de espionaje que dicen no somos una prioridad y nos han abandonado a nuestra suerte, las mentes creen en una paz. Y yo creo en esa paz para formar algo nuevo. Porque la merecemos. Ya hemos pasado por demasiado para pensar diferente. Es tiempo de estabilidad. Pero yo soy otro de esos veteranos excéntricos. Siempre observo la frontera. A veces la visito y trato de ver algo más que no sea como la vida sigue su curso. Trato de pensar que significamos algo y que algún día esa traición sanara.

     Pero pasando esa frontera esta ese que resulto ser mi hogar. Allí donde nací y crecí en las artes de la espada. Allí tuve amigos, amores  y pase muchos años. Aprendí lo suficiente para conocer que para un samurái las cosas no se quedan simplemente sueltas. En algún momento deben enmendarse de alguna forma. Y aunque este hogar no lo cambio por lo pasado, estoy seguro que este cielo azul y claro no durara por mucho. Las nubes de tormenta regresaran en algún momento próximo y entonces los veteranos no estaremos tan locos, ni seremos tan excéntricos ni motivos de burla.


    Seremos los que pasemos al frente a ajustar cuentas. Porque esperamos ese momento con ansias. Por eso nunca guardo mi espada. En algún momento volverán a cruzarse los que una vez fueron hermanos a ajustar viejas cuentas del pasado. Es solo cuestión de tiempo, de reconocer las señales y de sobre todo…estar atento al instinto que da la experiencia.

    

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