En la historia de alguien...





 ...En la historia de alguien siempre serás el villano. Es una de esas realidades no enseñadas por los libros en la escuela. Puedes pasar de ser un excelente amigo, primo o familiar, para luego ser un despiadado personaje. Se te puede acusar hasta de mal agradecido, problemático y sinvergüenza. Muchas veces pasa tan rápido que ni te das cuenta.


   Te quedas preguntándote “¿qué hice mal?”  Y también “¿en que falle?” Cuando muchas veces no es tu culpa. Es la tormenta personal de cada cual, porque cada cerebro es un mundo. Sin darte cuenta caíste en el ojo de esta tormenta y eres la nueva víctima de una persona quien siempre piensa ser atacada. Pero nunca ataca o hiere a los demás. 


  Este fin de año y comienzo del mismo ha sido uno extraño para mi. Tuve una pelea familiar, donde en vez de ser visto como una situación causada por una fuente exterior y que a su vez se salió de control;mi esposa y yo somos los malos de la historia. Luego el primo de mi esposa estuvo en nuestra casa en lo que terminaba de arreglar su residencia. Después de 3 semanas de tranquilidad, en cuestión de horas se fue enojado como si fuéramos enemigos de este. No sabemos a ciencia cierta porque. 


 Todas estas cosas lo que traen son inestabilidad emocional y nos hieren grandemente. Pero por lo general, no ven eso. Quizás cuando se le baje el enojo, desean hablar como si nada hubiera pasado. Porque los temas incómodos son esquivados por gente así y simplemente le dan para adelante a la vida. Algunas cosas en la vida no deben hablarse. Se resuelven con el paso del tiempo y se coincide (de nuevo sin hablar) el dejar esas cosas atrás o guardadas en un caja imaginaria. 


   Pero a veces, en igual balance, es de valientes hablar las situaciones. No con ánimos de discutir. Es bueno reflexionar y sacarse las incomodidades del pecho. Mirar para nuestros adentros y decir “eah..creo que estuve mal en esto”. Cada nuevo amanecer es una nueva oportunidad para aprender, crecer y tratar cosas diferentes. También para perdonar y a su vez para ser perdonados. 


    Ahora la primera línea de defensa para quien lea esto, seguramente será: “este se cree muy inteligente”. Realmente no lo soy. De hecho cometo los mismos errores de actitudes, enojarme y tener ganas de arrancarle la cabeza a alguien. Sin embargo busco maneras de aplacar esas cosas...no solo para calmarme, reflexionar y sentirme mejor. Si no a su vez por mi salud y el bienestar de quienes me acompañan. ¿Qué lección le brindo a mis hijos si solo me ven discutiendo, peleando o gritandole a cualquiera? 


   Este mundo en el que nos toca vivir va centrado en la rapidez, la incomprensión, el egoísmo, y el concentrarse en el “yo siento, me ofendieron, a mi me duele”. Rara vez alguien se toma el tiempo de decir o preguntar: ¿cómo se sentirá la otra persona? ¿Qué efectos tendrá en el ambiente familiar o de amistad mis acciones violentas o agresivas? ¿Se puede resolver esto de otra manera? 


   A veces solo se reacciona y se lanza esa ira violenta a las personas equivocadas. Se lanza fuego contra quien siempre nos brindó agua. Se embiste con odio en contra de quien siempre nos brindó empatía y paz. Parece ser nuestra naturaleza esa negatividad. Pero para los adentros de cada cual se que nos arrepentimos y deseamos darle para atrás al tiempo. Nos quedamos pensando “Pude haber hecho esto diferente” “No se porque actúe de esa manera”. 


  La parte más difícil debe ser sentarnos a reflexionar sobre nuestras acciones. Luego tener la honestidad de ver los errores en estas, sin la excusa o la justificación. Afrontar las consecuencias y mejorar. El disculparnos de corazón no siempre resuelve las cosas. Pero abre un camino hacia la sanación, no tan solo de la otra parte, si no también de nosotros mismos. 


   El camino más fácil siempre será el oscuro. El guardar rencores, mantener el silencio, la distancia, peleas agresión y amargura; es más sencillo. Porque las cosas se guardan y no hay necesidad de mirarlas. Pero ahí están...destruyendonos por dentro. Cuando explotan lo hacen con cualquiera. Pero el camino de la luz es más difícil. Requiere sacrificarnos y sobre todo; observamos por dentro. 


    Cambiar la fórmula por el bienestar de nosotros y a su vez de quienes nos rodean es como ser un alpinista tratando de escalar una montaña de más de 8,000 metros. En el camino encontrará avalanchas, mal tiempo, debe hacer el camino o puede caerse en el proceso, si no se cuida puede morir de frío y si no entrena o lleva tanques de oxígeno, la posibilidad de morir por asfixia siempre está latente. 


  En su ascenso hacia la cima, encuentra a otros alpinistas a quienes ayuda a subir o a descender. En este último a veces se ve interrumpido su ascenso y debe tratar algún tiempo después. Sufre inseguridad o hasta el pensamiento de que debe desistir de esta empresa. No obstante, por alguna razón, se enfrenta de nuevo a este sufrimiento disfrazado de aventura. En una especie de meditación en movimiento. Cualquier distracción puede costarle la vida. Por lo tanto en esta montaña no existe el momento para pensar en trivialidades de la vida. 


    En el proceso siempre está aprendiendo de sí mismo. Buscando alternativas, nuevas rutas e incluso la muerte es un proceso de enseñanza. Este tipo de personas a lo menos que le teme es a morir. Cuando llega a la cima es un logro. Una experiencia liberadora, donde enfrentó riesgos y obstáculos al parecer imposibles. Pero se mantuvo ahí...escalando. 


    Si una persona puede enfrentarse a eso por motivos desconocidos para cualquiera, incluso para el mismo alpinista, nosotros podemos  enfrentarnos a las trivialidades de nuestra mente y mirarnos en el interior. No para enfrentarnos a nuestros demonios. Si no para saber que quieren, aprender a vivir con ellos y poco a poco irlos desvaneciendo. Aunque no será fácil (de hecho nos tomará toda la vida), seremos mejores personas cada día. 


      …Es fácil, pero difícil. Es difícil pero fácil…


Por encima de todas las cosas, no olvidemos nunca que la humanidad constituye una gran hermandad, todos nacidos a encontrar el sufrimiento y el dolor, por lo tanto, obligados a simpatizar con los demás”. 

 

-SGC Albert Pike

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