Hasta ahora hemos tratado a los Santos del exterior. Esos que miran de lejos y dicen “yo puedo hacer eso y mejor”. Es bien interesante como siempre observamos y estamos listos para criticar el patio del vecino. Mientras el patio de nosotros parece una selva amazónica.
Imaginen entonces a un personaje, compañero, amigo y hermano de la espada; quien paulatinamente cambia de actitud. Antes practicaba y hacía lo que podía. Al final todos hacemos lo que podemos. Sin embargo existe una peculiaridad en esta ocasión. No sabemos a ciencia cierta que puede ser. Este personaje se empieza a molestar cuando lo corrigen o le brindan algún tipo de observación. Después de todo esa es la idea para crecer ¿no?
Es lento para pararse en una fila junto a todo el mundo. Pero es rápido para pararse frente a todo el mundo y dirigir. Si le toca dirigir en conjunto, tratará sobre manera de opacar a la persona del lado, darle instrucciones e inferir que su forma de explicar no es la correcta. Si le toca estar al otro lado como un practicante regular, lo hace a su manera. Dejando ver el claro desafío o incomodidad sobre lo que se está realizando. Constantemente se victimiza y todo lo que existe tiene la culpa…menos el.
Estos son ejemplos de ego.
El Ego esconde el miedo. Miedo a no tener capacidad. A ser rechazado y a quedarse atrás. El ego es envidia al ver al otro crecer no me alegro si no me enojo. A veces solo se queda de esa manera. En ocasiones extremas se prepara toda una serie de mentiras o agresiones indirectas.
El ego esconde la manipulación. Porque una mente manipulada y ciega, no puede hacer mucho. Siempre verá al Egocentrista como alguien en quien se puede confiar y se puede llegar a pensar que no se puede creer en nadie más. Todo lo demás es una porqueria (aunque se haga lo mismo y estén certificados de la misma manera) y el único que sabe es mi maestro (ego).
Una persona cargada de esta energía y pensamientos negativos, justificará cada acción realizada. En la mente de este la culpa, responsabilidad es de otros, quienes desean realizar daño. Entonces pasaran varias cosas. Se retira buscando nuevos horizontes como todo un conquistador. O se mantiene hasta ver el mundo arder. Siendo el protagonista de la destrucción, la cual no es más que su propia aniquilación. Pero en el proceso se llevó todo lo que le incomodaba y vuelve a empezar en otro lado.
Y no olvidemos, siempre alguien más tiene la culpa.
Como todo un buen manipulador el Egocentrista, pondrá a otros a trabajar. Pero tomara el crédito para si mismo. Colocara a aquellos que le convienen o lo obedecen y aunque no sepa nada, siempre dirá que sabe. Estará pendiente siempre de lo que hacen los demás, para tratar de imitar o superar.
Los síntomas irán cada vez en aumento hasta transformarse en un patrón. La persona llena de ego en realidad sufre de una gran tristeza. Pero no desea ver estas cosas. Si no que continua arrastrandolas y lanzándolas a los demás. Vive en sufrimiento y en soledad creada por sí mismo. Puede estar rodeado de amistades. Pero se sentirá solo. Tiene buenos amigos o familiares que desean lo mejor para él/ella. No obstante vive en la paranoia y desconfianza.
El ego es el enemigo mortal de todos nosotros. Es esa voz, energía o presencia interna. Una voz adicional, creador de imágenes y suposiciones erróneas. Espera siempre reconocimiento, alabanza y de diferentes formas; ser visto como la única fuente de conocimiento. La espada y espíritu decaen. Transformándose en algo oscuro, vacío, triste y solitario.
Es triste cuando una persona con estas cualidades, no reconoce sus errores, a pesar de continuar en los mismos patrones. No ve las consecuencias de sus decisiones y se ve consumido por su propia oscuridad.
Ahora bien, un poco de ego en pequeñas dosis nunca está demás. El ego puede proporcionar seguridad, confianza y determinación. No sabemos como vamos…pero vamos. Voy a hacer determinada cosa porque soy el mejor…etc.
El problema es cuando este ego se desborda del vaso y empieza a esparcirse fuera de control a otras áreas de la vida profesional y personal. Trabajar con nuestro ego y mantenerlo a raya conlleva esfuerzo. Como cualquier rasgo natural o conducta aprendida, requiere de un auto análisis. Quitarnos los zapatos de la víctima y verlos desde otro punto de vista. Empezando quizás con la pregunta ¿qué tal si yo soy el problema?
A continuación unos cuantos consejos adicionales:
1- No te sientas ofendido con lo que dice alguien
Quien busca ofenderte, desea tener control de tus emociones. A su vez provocar situaciones o dejar salir su frustración por la razón que sea. Si decides no ofenderte, mantienes la calma y no te dejas llevar por la presión y energía del momento, podrás aprender de esta situación. A su vez si es posible, bajarle el tono a las cosas y llegar a un acuerdo o entendimiento.
2- Escapate del impulso de querer ganar siempre en cualquier situación de competencia.
Esfuérzate y da lo mejor de ti. Pero no lo hagas pensando en derrotar a alguien. Más bien hazlo por la experiencia. Eso te liberará de la presión de la victoria, por efímera que esta sea.
En una competencia de Kendo internacional (por poner un ejemplo) vendrán cientos de kendokas de otros países. Con mucha más experiencia, práctica en torneos, diferentes técnicas y avanzadas capacidades físicas. Existe una posibilidad de que salgas victorioso. Pero si vas con esa sola mentalidad será un proceso muy duro el aceptar la derrota. Mejor es ser humilde, reconocer las limitaciones, desarrollar una estrategia y ver que tan lejos se llega, mientras se disfruta la experiencia.
Es mejor competir con uno mismo, lo cual nos hace mejor persona y no el “mejor”. Es una perspectiva mucho más saludable sobre la importancia de esforzarnos.
3- Deja de luchar por tener la razón todo el tiempo
No es necesario entrar en conflicto para exponer razones y convencer a alguien. Muchas veces una persona con exceso de ego, se queda sin argumentos y en vez de analizar lo expuesto, lucha arduamente para justificarse antes de ceder.
Recuerda, muchas veces es mejor tener paz que tener razón.
4- Libérate de la presión para demostrar que eres superior.
Demostrar superioridad no es necesario si se hace lo correcto y no se perjudica a nadie en el proceso. El querer demostrar superioridad a través de humillar a otros, mentiras o agresiones; es una evidencia de carencias afectivas, complejo de inferioridad e inseguridad emocional.
Tampoco la energía superficial de la “arrogancia” te hace superior. Como mucho te verán con miedo, no porque lo causes. Si no porque es difícil lidiar contigo. Preferirán evitarte y dejarte en lo alto de tu montaña, con tu solitaria arrogancia.
5- Resiste el afán por las posesiones materiales para alardear de lo que tienes
Jactarse de lo que se posee no es autoestima, si no vanidad. Muestra la carencia de algo más en nuestra vida, la cual justificamos con lo que decimos tener. Vanagloriarse frente a los demás de las posesiones materiales es una demostración de cómo el ego nos controla.
Conclusion
Concerniente al asunto que tratamos, considere llamarlos Santos de la espada, porque así mismo se ven. Seres fuera de este mundo, con capacidades de difícil comprensión e inteligencia a un nivel superior.
El ego no es bueno ni es malo, es una herramienta necesaria, porque precisamos una identidad para funcionar en este mundo. El ego nos ayuda a protegernos y mantenernos a salvo. El problema es que muchas veces las amenazas que se perciben no son reales, sino proyecciones del pasado y nos impide desarrollar otras facetas de nuestra personalidad que nos permitan adaptarnos mejor a nuestra situación actual.
El ego es la parte de nuestra mente que nos da argumentos para justificarnos y no hacer los cambios necesitamos para sentirnos mejor.
Debemos mantener nuestro ego controlado. Fuera de la zona de comodidad. Estar dispuestos a ser vulnerables. Recibir críticas y ser lastimados. Así aprendemos y crecemos.
Recuerden que no debemos ser mejores que nadie. Solo debemos ser mejor que nosotros mismos…
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